Sonrisas dentro de cuatro paredes.
- Nasly Sánchez
- 15 may 2020
- 3 Min. de lectura
Actualizado: 27 may 2020
Los niños pueden llegar a ser desde muy cariñosos hasta insoportables, pueden ser tan tiernos pero a la vez pueden llorar demasiado, los niños son tan únicos, tan diferentes, tan inocentes, tan caprichosos y tan sensibles que te llegan a sorprender. Nos solemos preguntar si los niños realmente se sienten bien en su jardín o en su colegio o simplemente están mejor en su casa.

Mantener entretenidos a los niños no es una tarea fácil para eso están aquellas personas que con su vocación hacen esto posible. Es el caso de Alejandro García él es un recreador que se gana la vida jugando y haciendo deporte con los niños en en el conjunto residencial Plazuelas de Toscana, él es graduado de Lic. Educación física, tiene 28 años y su pasión siempre han sido los niños. Su enfoque se ha basado en estudiar tanto física como mentalmente el comportamiento de los niños según un estímulo respuesta dado por un tercero. Es por eso que todos los martes y jueves Alejandro se reunía con sus pequeños estudiantes para pasar una tarde divertida, en donde la música, los gritos de alegría y las risas no paraban. Tardes donde ya era común escuchar en la parte externa de los apartamentos muchas carcajadas y saltos, era una fiesta dos veces por semana.
Nadie se esperaba que de un momento a otro se cancelara todo y se cerrara todo, ya los niños no podían salir, ya no se escuchaban risas, ya no se escuchaba música, ya no había nada… El celador mismo se le hacía extraño no sentir esa fiesta. Pasaron las semanas y nada volvió a la normalidad. Alejandro no quería que esto siguiera sucediendo, extrañaba sus niños, extrañaba compartir con ellos, así que decidió unirse a la onda virtual y hacer sus clases desde casa. Realizó un comunicado a los padres de los chicos del conjunto en donde informaba de estas clases. Tenía algo de temor de que los padres no permitieran esta forma de hacer sus talleres, pero era la única manera de seguir, primero con su trabajo y segundo con la felicidad que causaba a sus niños.
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Llegó el día de su primera clase virtual, él emocionado, se conectó, preparó todo el ambiente, se fueron conectando cada uno por cámara. Los niños se veían atemorizados y un poco avergonzados, pues no estaba acostumbrado a este tipo de plataformas y menos que sus rostros se vieran en la pantalla del computador, era algo totalmente nuevo para ellos. Obviamente sus padres estaban ahí para supervisarlo todo para que nada saliera mal, Alejandro contaba que muchos en su primera clase, no quisieron participar, debido a que les parecía raro y les daba pena a pesar que Alejandro daba todo de sí para que no se sintieran incómodos, sin embargo no les gustaba. Esto fue un impedimento grande y un sentimiento de frustración al ser su primera clase, no obstante Alejandro comprendía que era normal recibir este tipo de actitudes, eran niños, no estaban acostumbrados a cambios tan bruscos, así que era entendible.
Pasaron las semanas, Alejandro cumplía con sus clases y más niños empezaron a conectarse, sus padres eran felices viéndolos saltar, bailar, reírse, pues esto los sacaba de su monotonía, los sacaba de su cotidianidad, de estar detrás de un celular sentados sin poner a prueba su actividad física. Sin embargo Alejandro tenía que estar en constante contacto con los padres de los niños para dar un reporte del comportamiento de ellos, como lo venía haciendo en forma presencial, esto no le molestaba puesto que era su labor como docente.
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No solamente los padres se sentían orgullosos de ver como sus hijos se adaptaban tan fácil a las plataformas virtuales, ademas sus hermanos resaltaban la iniciativa creada por Alejandro, lo admiraban y lo apoyaban, comprendían que no era fácil entretener a los niños y menos sacarlos de su monotonía, Alejandro tiene un don y eso es lo que lo hace especial para estos pequeños infantes que a pesar del encierro tienen una oportunidad para reír.
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